A. A. D.
Correggio nos muestra en esta obra a la tríada Venus-Mercurio-Cupido, que encuentra su razón de ser sólo si la consideramos desde el punto de vista de la filosofía de tradición platónica. Venus, como ya sabemos, se relaciona con el deseo por la Belleza Divina, entendiéndolo como deseo por el conocimiento más elevado, ya sea como imagen visible al ser humano −cuando es la Venus Vulgaris, que se representa vestida, esto es, humanizada−, ya sea como encarnación misma de esa Belleza celeste, caso en que se nos muestra desnuda. En la obra de Correggio, por lo tanto, podemos decir que es la segunda naturaleza de la diosa la que aparece, y junto a ella, Mercurio, con sus sandalias aladas y su casco, también alado en este caso, parece instruir al pequeño Cupido.
La elección de esta pintura para ilustrar el tema que nos ocupa en este estudio ha sido determinada porque podemos ver en ella una representación clara de la doctrina platónica del conocimiento. Venus, desnuda y alada −en lo que sería una asimilación del platonismo con el cristianismo−, simboliza lo celeste, carácter que queda remarcado por su verticalidad, la cual nos señala el camino ascendente que debe seguir quien desee adentrarse en el conocimiento de lo divino. Con su mano derecha nos conduce la mirada hacia Cupido, que es aleccionado por Mercurio, mediador entre los dioses y los hombres: el amor, pues, debe tender al alejamiento de lo material y dejarse guiar por la Venus Coelestis hacia el conocimiento de lo Verdadero.